Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
La complejidad del actuar humano se sustenta en la interacción de una serie de factores intrínsecos que se encuentran en intercambio y retroalimentación permanente con el entorno.
Toda acción del individuo tiene repercusiones en el medio en el cual se desenvuelve, pero también es cierto que los sucesos del medioambiente, cualquiera que ellos sean, impactan el funcionamiento de los seres vivos.
La cronobiología, como disciplina científica que estudia los eventos biológicos en relación con el tiempo, postula que la periodicidad con la cual funcionan variables orgánicas (producción de hormonas, el sueño, la vigilia, los estados emocionales) coincide con ritmos geofísicos procedentes del exterior, que se sincronizan con bases moleculares y neurales en el organismo individual.
Este interesante hallazgo permite que se conozcan cada vez con mayor precisión reacciones humanas que antaño se atribuían a influencias divinas o demoníacas y que no son más que formas en las cuales se expresa el cosmos en el diario vivir. En Psiquiatría, por ejemplo, se conocen los cambios de humor relacionados con el ciclo menstrual o el denominado trastorno afectivo estacional, que aqueja a un número muy importante de la población que vive en regiones que tienen estaciones, y se caracteriza por síntomas depresivos que comienzan y finalizan aproximadamente en la misma época cada año.
El efecto que tiene la validación por evidencia científica de tal hallazgo repercute en el abordaje de este tipo de alteraciones influenciadas por factores externos. Si una persona tiene menos energía, experimenta mal humor, presenta una actitud negativa ante los sucesos cotidianos, y justo se trata de variables que se presentan en otoño y continúan durante los meses de invierno, sin duda está padeciendo un trastorno afectivo estacional, y el tratamiento no puede ser el mismo que para los otros tipos de depresión, sino que en este caso se debe incluir la terapia lumínica (fototerapia), más la psicoterapia y, de ser necesario, medicamentos. ¡Se trata de un cambio fundamental en la comprensión y el abordaje de esta alteración que afecta a millones de personas en el mundo!
Se me viene a la mente un recuerdo de mi infancia relacionado con lo que se está analizando: en Repelón (un municipio del departamento del Atlántico) existía la firme creencia de que en épocas de Luna llena se empeoraban los cuadros convulsivos, y a las personas que padecían algún trastorno mental, este se les exacerbaba.
Decían los repeloneros, con una cierta conmiseración cuando veían a un paisano con algún síntoma de estos: “Es que estamos en Luna llena y esta es Luna de locos”. Para finalizar, entonces, el medioambiente tiene una influencia fundamental en la emocionalidad y el comportamiento humano. Cuando cuidamos la casa planetaria no solo estamos contribuyendo a que esta tenga una muy buena salud, sino que estamos protegiendo la mental y física de todos los que compartimos la bella experiencia de estar vivos en este momento particular de la historia del planeta Tierra y del universo circundante. www.urielescobar.com.co
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