Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
TLo único que permanece constante en el devenir del universo es el cambio. Esta frase atribuida al filósofo griego Heráclito de Éfeso (540 – 470 a.C.) refleja una realidad de la vida que debería constituirse en uno de los ejes centrales para quien desee transitarla con menos sufrimiento en las complejidades de la civilización actual.
A este pensador también se le atribuye el aforismo “no es posible bañarse dos veces en el mismo río, porque nuevas aguas corren siempre sobre ti”. Un contemporáneo de Heráclito, el Buda (563 – 483 a.C.), desarrolló una filosofía de vida basada en el concepto de la impermanencia, como una de las características fundamentales de la existencia.
Según este concepto, todas las cosas en el mundo, incluidos personas, objetos y circunstancias, tienen una particularidad en común: están sujetas al cambio constante, y por esta razón aferrarse a ellas como si fueran permanentes es una de las principales causas del sufrimiento humano. Por el contrario, si se acepta la impermanencia de todas las formas y de la relación que ellas establecen en su funcionamiento, esto puede llevar a la persona a una mayor comprensión de sí misma y del entorno en el cual se desenvuelve, lo que termina por producirle una paz interior estable.
El pensar y actuar de Lorenzo nos puede ayudar a entender una situación frecuente en personas que padecen sufrimiento emocional por situaciones del pasado. Él es un hombre de 45 años, consumidor desde la adultez temprana de alcohol y otras sustancias psicoactivas.
En la entrevista le comenta al terapeuta que se siente culpable porque ha perdido 25 años de su vida debido al uso de drogas, y esta situación le ha impedido poder realizar los sueños que tuvo desde joven: terminar una carrera, tener un trabajo estable y una familia. Al preguntarle por qué considera haber perdido gran parte de su vida, se sorprende y responde: “¿Por qué me pregunta eso, doctor? ¿O es que no le parece obvio que en lugar de haber dilapidado los años más preciosos de la vida por el comportamiento que he tenido, los he debido utilizar en actividades más productivas para lograr mis sueños? ¿O qué cree usted al respecto?”.
Desde el punto de vista clínico, por la frecuencia con que se presenta, no me sorprende esta forma de concebir la realidad que tiene Lorenzo. Veamos: ¿de qué le sirve seguirse flagelando por lo que él considera “errores” del pasado? ¿Por qué, más bien, en vez de dar por perdidos los años en los que estuvo consumiendo sustancias psicoactivas, los considera una oportunidad única de nuevos aprendizajes? ¿Por qué se le dificulta entender que esas experiencias deben quedarse allí donde sucedieron y que la dinámica del cambio y el fluir permanente del universo debe aplicarla a sus vivencias personales? Este ejemplo que acabo de exponer es transversal a todas las actividades del actuar humano: lo experimentado es parte de la dinámica vital del ser y hay que soltarlo, porque se debe estar preparado para actuar con plena conciencia en el momento presente, que es la única realidad del existir. Nada permanece, todo cambia y debemos estar siempre preparados para zambullirnos en el bello milagro de la vida. www.urielescobar.com.co
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