Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
Lo que sucede en la mente tiene repercusiones en el cuerpo físico y viceversa: las manifestaciones somáticas influyen en el estado psicológico. La unión de estas dos instancias (cuerpo/mente) no es una concepción que haya resultado de investigaciones recientes de las
neurociencias o de la mecánica cuántica, sino que ha sido planteada desde la más remota antigüedad por filósofos, credos religiosos y hasta por el incipiente origen de la medicina occidental, como lo esbozaba a quien se le considera el padre de esta rama del conocimiento: Hipócrates de Cos (460 – 370 a.C.).Ya en esa época, Hipócrates consideraba la enfermedad como la consecuencia de un desequilibrio entre los humores del cuerpo, y para combatirla había que recurrir al bisturí, al uso de plantas medicinales, al aire puro y a una alimentación sana y equilibrada. Todas estas acciones conjuntas estaban respaldadas por una frase que repetía a sus estudiantes y que debe ser piedra angular de toda intervención médica: “La fuerza natural dentro de cada uno de nosotros es el mayor sanador de todos”. Los nuevos enfoques de la medicina han puesto en el primer lugar del proceso de tratamiento a los conceptos mencionados.
Hace algunos días tuve la oportunidad de atender en la consulta a Paula, una mujer de 55 años, quien me comentó que era portadora de un milagro, de una situación inexplicable. Su caso lo relató de la siguiente manera: “Hace 10 años comencé a presentar una serie de síntomas caracterizados por dolor en todo el cuerpo, en especial jaquecas y problemas de colon (estreñimiento), además, problemas para dormir y deseos de no seguir viviendo. Después de haberme realizado todos los exámenes me diagnosticaron fibromialgia (trastorno caracterizado por dolor muscular generalizado que se acompaña de fatiga, síndrome de colon irritable, problemas de sueño, memoria, ansiedad y depresión). A partir de este momento ‘comenzó Cristo a padecer’, porque me formularon medicamentos para cada uno de los síntomas, de tal manera que parecía una farmacia ambulante. Hace un año, después de escucharme, me dijo que si yo resolvía los problemas con mi esposo (era un infierno la convivencia con él), me mejoraría de la mayoría de esos síntomas. En ese entonces no le creí y decidí no volver a consulta”.
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