sábado, 23 de diciembre de 2023

Dimensiones - Vivir, Morir y Renacer

 Por Uriel Escobar Barrios, M.D.

Cuando una persona nace, la primera manifestación de este hecho que caracteriza su independencia vital de la madre es el acto de respirar, esto es tomar aire para que el oxígeno llegue a los pulmones desde donde es impulsado por la sangre a cada una de las células que conforman su cuerpo. 

Por su parte, el último instante que antecede a la muerte física es la expulsión de una corriente de aire que señala la detención de todos los procesos metabólicos orgánicos. Algunas perspectivas espirituales afirman que la vida del ser se condensa en inspiración, que es la entrada de la vida al cuerpo, y la espiración, que conduce a la muerte, para concluir afirmando que de manera permanente estamos naciendo, muriendo y renaciendo. 

¿Qué nos dice la ciencia al respecto? Que una célula,  como la unidad básica más pequeña del organismo y que es capaz de cumplir todas las funciones necesarias para la vida, tiene una vida muy corta: en el lapso de 24 horas, se producen alrededor de 50 a 70 mil millones de ellas, para reemplazar a las que en la misma cantidad mueren. Las células de la piel, que son las que sobreviven menos tiempo, duran alrededor de 2 a 3 semanas, y las del hígado, entre 150 a 200 días.  

Este mismo principio se aplica a todos los fenómenos que se suceden en el universo. En apariencia hay una coexistencia de contrarios: vida y muerte, bondad y maldad... Sin embargo, las evidencias científicas están mostrando que esto no es tan cierto y lo que subyace a estas manifestaciones no son más que flujos de energía que se expresan como cualquiera de los dos estados. 

Para las concepciones dualistas, que han dominado la historia del pensamiento, en los últimos siglos este concepto de unidad les plantea muchas dudas, especialmente en lo relacionado con la demostración por medio de la evidencia científica; sin embargo, hay tendencias cada vez más fuertes, que han surgido en universidades y centros de investigación, que han aportado significativamente a una comprensión más integrativa u holística de los fenómenos humanos, tanto en la salud, como en la enfermedad. 

El resultado de este diálogo entre avances científicos, emocionalidad, energía y espiritualidad ha tenido, sin duda alguna, grandes beneficios para la comprensión de las enfermedades que aquejan al ser humano y un mejor tratamiento.

Reconocer que los fenómenos de vida y muerte no son eventos separados, sino integrantes de un continuo  que se da de manera permanente e imperceptible es un elemento clave para observar el proceso de la muerte física no como algo misterioso o que provoque temor (como sucede con bastante frecuencia), sino como un acontecimiento que es parte integral de la condición básica de todo ser vivo. 

Se nace en una inhalación que trae consigo la vida, se muere en una exhalación, luego se renace en una nueva inhalación, y así prosigue el proceso vital humano, hasta que se produce la salida definitiva de la última corriente de aire que trae consigo la muerte física.

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