Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
En Colombia y en el mundo hay una serie de enfrentamientos, pugnacidades y guerras por un motivo principal: cada uno de los actores implicados en los conflictos cree tener la razón y quiere que la contraparte se someta a ello.
Veamos, primero, lo que sucede en nuestro país, donde los bandos han tomado posturas que se radicalizan cada vez más. La alcaldesa de la capital defiende lo que para ella debe ser el trazado del metro en esa ciudad (cabe resaltar que el metro es un anhelo de los bogotanos desde que se propuso inicialmente en 1947; sin embargo, debido a dificultades de todo tipo, apenas en 2019 se iniciaron las obras).
Por su parte, el presidente de la República defiende la idea de un sistema de transporte masivo subterráneo, tal como se concibió en 1947. El rifirrafe entre estos dos mandatarios ha llegado a un nivel de polarización tal, que las descalificaciones entre uno y otro bando los han convertido en la comidilla de las noticias cotidianas. En la soberbia que cada uno esgrime se han olvidado de lo más importante: el beneficio para la ciudad y sus habitantes, sin importar quién tenga la razón.
Los dos enfrentamientos de repercusión mundial actuales no son más que posturas disímiles que tratan de imponerse la una sobre la otra a través del ejercicio de la violencia, el abuso del poder, y no de la lógica y el racionalismo.
La guerra o invasión de Rusia a Ucrania, que comenzó en el año 2014 luego de la anexión de la región de Crimea (que pertenecía a Ucrania) por parte Rusia, es compleja y tiene múltiples aristas que van desde la protección de la población de habla rusa en Ucrania, pasando por intereses económicos y energéticos, hasta la disputa por la supremacía y el dominio de territorios entre Rusia y Occidente.
Por otra parte, está el enfrentamiento más reciente, aquel entre Israel y el grupo palestino Hamás. En 20 días, después de haber iniciado los combates, han provocado más de 7 mil muertes, cerca de 18.5 mil heridos y una población cercana a 2 millones de personas sin servicios básicos de supervivencia y en peligro permanente por los bombardeos y la amenaza de invasión terrestre de tropas israelíes a la Franja de Gaza.
El conflicto entre Israel y Palestina tiene raíces históricas: se remonta a la disputa entre dos países que quieren ser un Estado independiente. Sin embargo, por encima del diálogo se han impuesto las expresiones de fuerza y el rechazo obstinado de las legítimas pretensiones de una comunidad para tener su propio territorio.
Así, el enfrentamiento entre Gustavo Petro y Claudia López, Rusia y Ucrania e Israel y Hamás tiene como base la incapacidad de los bandos enfrentados para reconocer que lo más importante no es tener razón a como dé lugar, sino escuchar al otro y reconocer que no existen verdades absolutas, más bien, formas distintas de percibir la realidad. www.urielescobar.com.co
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