Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
El consumo de drogas en el mundo, particularmente en Latinoamérica, el Caribe y Colombia, ha alcanzado cifras que lo convierten en un verdadero problema de salud pública; un gran reto para los organismos estatales y de la sociedad civil, que luchan para disminuir el consumo y la producción de sustancias psicoactivas.
Según el Informe Mundial sobre las Drogas 2022 de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), alrededor de 284 millones de personas entre 15 y 64 años consumieron drogas en todo el mundo en 2020, lo que supone un aumento del 26 % con respecto a la década anterior. Además, en África y América Latina, los menores de 35 años representan la mayoría de quienes reciben tratamiento por trastornos derivados del uso de dichas sustancias.
Por su parte, en Colombia, el Ministerio de Justicia y del Derecho y el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses hace muy pocos días revelaron el informe sobre mortalidad relacionada con su consumo en un determinado lapso.
Las cifras encontradas, sin duda, constituyen una señal de alerta acerca de la situación de salud mental de la población, teniendo en cuenta que la relación mortalidad y consumo de drogas es un indicador sensible de esta problemática que compromete a un número de personas cada vez mayor, a pesar de las reiterativas campañas estatales que buscan educar a la población con lemas como “si toma licor deje las llaves” o “las sustancias psicoactivas son malas consejeras en la resolución de conflictos”.
En tal informe se publicó que en el período 2013-2020 se identificaron 28 541 muertes asociadas al consumo; las principales sustancias relacionadas, en su orden, son: alcohol, cocaína, marihuana, morfina, tramadol, y ya se evidenciaron 5 casos de fentanilo (¡Recordemos que en EE. UU esta sustancia fue la responsable de 107 000 muertes por sobredosis en 2021!).
Todo lo anterior nos lleva a cuestionar la función de la droga en las personas consumidoras, que hace que cada vez se refugien más en ellas mismas como tabla de salvación para no enfrentar los problemas de la cotidianidad.
A ese interrogante le subyacen muchas explicaciones desde la óptica de la ciencia, que incluyen los casos de vulnerabilidad genética y las estrategias poco asertivas para afrontar o llenar un vacío existencial fruto de una profunda insatisfacción del sujeto consigo mismo y de su relación con el mundo.
A propósito de este último caso, consumir sustancias psicoactivas para resolver desde una realidad alterna (la provocada por la interacción del organismo con la droga) no hace sino agravar la situación; como se dice coloquialmente, “resulta peor el remedio que la enfermedad”. Enfrentar las situaciones adversas y resolverlas de acuerdo a la capacidad consciente del sujeto es la única vía para encontrar sentido a los retos que de manera permanente plantea la existencia.
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