Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
A lo largo de la historia de la civilización, filósofos e investigadores de la conducta se han planteado una serie de cuestionamientos que consideran fundamentales para comprender la naturaleza humana: la vida, la muerte y lo que está más allá de ellas; el secreto de la longevidad, cuál es la conexión con el universo, con la energía, la divinidad o el principio creador.
Uno de los que ha concitado mayor interés en los últimos años es lo relacionado con la emocionalidad, los procesos del pensamiento y la influencia de estas dos instancias en el comportamiento tanto normal como alterado del individuo y la sociedad actual. La publicación en el año 1995 del libro La inteligencia emocional, del psicólogo estadounidense Daniel Goleman, marcó un hito en el entendimiento de la complejidad del actuar del individuo consigo mismo y con la sociedad: culminó las investigaciones mundiales sobre el papel crucial que desempeñan las emociones, pero aún más, sobre la influencia clave que tiene en los procesos de muchas enfermedades que aquejan a las personas.
Los viejos paradigmas que medían la inteligencia y el aprendizaje como elementos determinantes del éxito o el fracaso de un individuo en sus actividades educativas, laborales, sociales e, incluso, en la elección y consolidación de una relación de pareja han sido complementados por la capacidad que tiene la persona para empatizar emocionalmente con sus congéneres de manera adecuada en cada uno de los ámbitos ya mencionados.
También ha habido avances en la comprensión de los procesos del pensamiento, como lo demuestran recientes estudios neurocientíficos, que contabilizaron el número de pensamientos que en promedio produce una persona en 24 horas. Para ello se usaron técnicas avanzadas de neuroimágenes, como la resonancia magnética funcional, mientras el individuo realizaba diferentes tareas de tipo cognitivo.
Los resultados mostraron, en términos generales, que durante un día se producen entre 60 y 80 000 pensamientos, de los cuales el 95 % surge de forma automática y se repite a lo largo de los días; ¡85 % de esos pensamientos son de contenido negativo!
Varían de acuerdo con el nivel de estrés que maneja la persona, influyen en el estado emocional y, al final, determinan cómo se siente ella consigo misma ante la vida, regulando su comportamiento.
¿Cómo lidiar con este flujo de pensamientos para que se conviertan en aliados valiosos que permitan conseguir el bienestar? La respuesta es a través del aquietamiento de la mente; utilizando el silencio interior, que se consigue con técnicas muy conocidas, poderosas y que pueden ser fácilmente aprendidas, como la mirada fija o tratak, la visualización, la meditación y la oración. Eso quiere decir que en ti se encuentra la capacidad para silenciar la mente y tener un disfrute pleno de la vida.
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