Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
La muerte física es el estado final al que se ve enfrentado todo ser vivo. En el humano, esta experiencia tiene una infinita variedad de interpretaciones, que cada persona le otorga dependiendo de su particular visión del mundo.
Así como no existen dos individuos que tengan la misma huella digital, tampoco es posible encontrar a dos personas que tengan igual concepción respecto a la experiencia inevitable de morir.
Hay varias hipótesis relacionadas con una pregunta que ha protagonizado los cuestionamientos de la humanidad: ¿qué sucede después de la muerte? Las religiones y tradiciones espirituales predominantes proponen explicaciones respecto a este fenómeno. Por ejemplo, el budismo considera que la muerte física es la transición de una existencia a otra, y la eliminación del karma es lo que permite la liberación del ciclo de nacimientos y renacimientos. Para el cristianismo, el alma es inmortal y existe una vida después de la muerte en el cielo o en el infierno, hasta que se produce la resurrección del cuerpo al final del tiempo.
La filosofía también se ha ocupado en tratar de entender esta experiencia. El filósofo griego Platón (427- 348 a.C.) postulaba que cuando una persona moría, el alma se liberaba de la cárcel del cuerpo y se trasladaba al mundo eterno de las ideas; en este aspecto, la disquisición filosófica es una preparación para la muerte.
Para el filósofo español José Ortega y Gasset (1883- 1955), la muerte no era un simple fenómeno externo o tangible, sino un elemento interno constitutivo de la experiencia vital y una consecuencia de una vida plena y heroica. Uno de los pensadores que más reflexionó sobre la muerte fue el filósofo existencialista francés Jean-Paul Sartre (1905- 1980); decía que al morir el ser humano, este perdía no solo su libertad, sino la posibilidad de realizarse, era una caída al vacío, “la continuación de la vida sin mí”.
La ciencia también ha incursionado en tratar de entender y analizar el último tránsito del ser, y en este aspecto existen dos claras tendencias: la primera es la que reduce el fenómeno de la muerte a un suceso que resulta de la incapacidad orgánica de sostener el funcionamiento del equilibrio del ser: “es el cese irreversible de funciones cardíacas, respiratorias y de todas las funciones encefálicas”.
La segunda tendencia es liderada por un grupo de investigadores de la conciencia humana, quienes en las últimas décadas han realizado estudios que permiten plantear la hipótesis de que existe vida después de la muerte física.
Para ello se han basado en varias fuentes: en muchos países del mundo han recogido los testimonios de personas tanto ateas, como provenientes de diferentes concepciones religiosas o filosóficas, quienes han tenido como factor común haber sido declaradas clínicamente muertas, pero que han sobrevivido y después han contado experiencias trascendentales en esos momentos de muerte cercana, ¡que permiten afirmar de manera categórica que la vida sobrevive a la muerte física!
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