Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
A lo largo de su proceso evolutivo, el individuo humano ha desarrollado una serie de características generales que le han permitido adaptarse a la comunidad en la cual vive. Una de las más importantes es el sentimiento de aceptación por parte de sus congéneres.
De hecho, entre los primeros aprendizajes está la interacción con su grupo de pares y de adultos, lo que se constituye en la piedra angular de la convivencia comunitaria. Esta es una de las razones por las cuales hay una tendencia natural o de especie y otra aprendida que lo impulsan a buscar la aceptación de los demás.
Cuando una persona es señalada o rechazada por exhibir ciertos rasgos o comportamientos que los diferencia de los demás, desde lo psicológico comienza a presentar una serie de reacciones emocionales y conductuales, muchas de ellas con una influencia negativa en el desarrollo de sus potencialidades. Este prejuicio no es solo individual, sino que puede ser extrapolado a comunidades completas. Las razones, varias: el color de piel, las posturas religiosas y políticas o las formas de comportamientos “que no se ajustan a lo convencionalmente correcto”.
Grandes y dolorosas tragedias, donde se han desplazado, vulnerado en sus derechos y asesinado a millones de personas a lo largo de todo el mundo (como sucedió en el Holocausto de la Segunda Guerra Mundial y como ocurre actualmente en la guerra fratricida entre Rusia y Ucrania), son una expresión de la tendencia de no aceptar la diversidad humana. El sociólogo y psicólogo canadiense Erving Goffman (1922-1982), a quien se le reconoce como el padre de la microsociología, investigó este fenómeno, y en una de sus obras más reconocidas, Estigma.
La identidad deteriorada (1963), acuñó precisamente el concepto de estigma para referirse “a un fenómeno que produce en el individuo o en la comunidad un profundo descrédito o desvalorización que da como resultado no solo la discriminación y el prejuicio, sino la negación de los derechos fundamentales de los individuos y la población afectada”.
Las personas que padecen uno o varios trastornos mentales, y además tienen trastornos por uso de sustancias psicoactivas (en la literatura científica se conoce como patología dual o trastornos duales), son sometidas por sus familias y por la sociedad a un doble estigma. Ese es uno de los principales factores para desarrollar un estigma hacia sí mismas (el estigma internalizado), lo cual les produce un gran sufrimiento psíquico que les dificulta interactuar en su grupo social, mientras, además, se les vulneran los más elementales derechos que como seres humanos tienen para desarrollar una vida plena y llena de sentido.
No estigmatizar a las personas que padecen trastornos duales es un trabajo que organizaciones científicas como la Red Internacional para la Reducción del Estigma (RED-ESTIGMA) y la Asociación Colombiana de Patología Dual (ASODUAL) vienen desarrollando en todo el país. Tú puedes unirte a esta causa aceptando incondicionalmente a estas personas. www.urielescobar.com.co
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