Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
La biología evolutiva nos dice que el ser humano, como individuo, forma parte de una especie con una serie de características particulares, como el gregarismo (la necesidad de vivir en comunidades para desarrollarse).
Las grandes tradiciones espirituales, tanto de oriente, como de occidente, coinciden con esta afirmación; veamos: la judeocristiana dice en el libro del Génesis que al sexto día “dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra.
Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra”. Los avances de la civilización a lo largo de la historia han tenido como elemento clave el hecho de vivir de manera colaborativa en grupos que se han organizado de diferentes formas.
Al hecho que de que el individuo viva solo y con poco contacto con sus semejantes, desde el punto de vista social, se le ha adjudicado una serie de connotaciones, que han variado a lo largo del tiempo. Por ejemplo, en la Grecia antigua se le consideraba como una forma de castigo; por esa razón, a quienes eran considerados como peligrosos para la preservación del orden social se les expulsaba de la comunidad a través de la ley del ostracismo, que se comenzó a aplicar en Atenas a partir del año 510 a.C.
En los últimos años, se ha investigado el tema de la soledad, y algunos autores la han considerado como una verdadera pandemia que tiene profundas repercusiones en la salud física y emocional de las personas. Antes de proseguir es importante aclarar que existe la soledad que es buscada de manera activa por el propio individuo, quien disfruta este estado; algunos autores han llamado a esta condición solitud.
Hay otro tipo de soledad que no es buscada libremente por el individuo, sino que es el resultado de una serie de dificultades que este tiene para relacionarse con los demás y le provoca malestar y enfermedad. Se han realizado estudios en Estados Unidos y algunos países europeos, y han llegado a la conclusión de que este tipo de condición puede ser tan grave para la expectativa de vida, que se puede comparar con la de una persona que consume 15 cigarrillos al día o tiene algún trastorno físico como obesidad mórbida.
Vivir en este tipo de soledad es un factor de riesgo para padecer enfermedades como depresión, ansiedad, trastornos cardiovasculares (principalmente, la hipertensión) y baja de las defensas naturales para enfrentar diferentes tipos de enfermedades. El contacto humano ha sido, es y seguirá siendo una poderosa herramienta para tener una vida saludable, plena y con propósito.
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