Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
Los fenómenos que se presentan en el universo no suceden por casualidad, sino obedeciendo a mecanismos o a leyes causales. Cada uno de ellos tiene una dinámica intrínseca, que para ser comprendida debe ser analizada en su propio contexto.
Eso no quiere decir que funcionan de manera independiente el uno del otro, lo que daría una visión de miles de millones de conjuntos operando de manera particular, no; funcionan como pequeñas piezas que encajan perfecta o milimétricamente en un gran andamiaje cósmico. Cuando un conjunto no está en armonía con el todo, esto tiene repercusiones a nivel global e influye sobre todo el universo que lo contiene. Un ejemplo de lo que pretendo expresar es el cambio climático, un fenómeno que atrae la atención mundial, además de ser uno de los grandes retos que debe enfrentar la civilización actual.
Los expertos de la Organización de Naciones Unidas, ONU, definen el cambio climático como la variación global del clima de la Tierra debido tanto a causas naturales, como a la acción humana generada por quema de combustibles fósiles, tala de bosques y otras actividades, entre ellas, la industria, las labores agrícolas y el transporte.
En este contexto, ¿cuál es el propósito individual y colectivo del ser humano? Hay que decir, primero que todo, que este propósito se encuentra ligado necesariamente al acontecer del cosmos, dentro del cual el individuo y la especie cumplen una función en ese majestuoso escenario que constituye el proceso evolutivo de la vida. ¿Cuál sería, entonces, la razón de existir de la civilización? Una de las características de esta forma de organización humana es que son mortales y longevas.
Cuando se analiza la historia de las grandes civilizaciones que han existido a lo largo del tiempo, tales características han sido las responsables de su colapso, pero también de otras formas de organización. Así sucedió con la civilización mesopotámica (4000 a C. hasta 539 a.C.), la egipcia (3100 a.C. hasta 31 a.C.), la de la Grecia antigua (1100 a.C. hasta 146 a.C.) y la romana (753 a.C. hasta el 476 a.C.).
El futuro de la evolución del individuo y de la civilización humana ha sido tema de reflexión de algunos pensadores a lo largo de la historia. Por ejemplo, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900), como punto culminante del desarrollo de la civilización, habla de la emergencia del superhombre o superhumano, que es alguien que ha alcanzado un estado de desarrollo e independencia que le permite vivir sin los paradigmas de la sociedad.
En este sentido, mi planteamiento es que el futuro de una sociedad incluyente, solidaria y en paz solo es posible alcanzarlo a través del desarrollo de la conciencia individual que permita impactar a la sociedad en general. El nuevo humano debe ser un ser consciente de sus potencialidades y del poder transformador que tiene su actitud ante una vida basada en los principios éticos de convivencia en armonía. www.urielescobar.com.co
No hay comentarios:
Publicar un comentario