Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
Encontrar una medicina que cure las enfermedades que aquejan al ser humano ha sido una de sus mayores preocupaciones. Y esta búsqueda no terminará nunca, porque el desarrollo de la civilización trae consigo la aparición o el descubrimiento de nuevas entidades patológicas.
Miles de millones de dólares son utilizados anualmente en todo el mundo para la experimentación con nuevos principios activos, lo cual ha permitido que grandes emporios multinacionales se lucren con la ilusión de las personas que buscan encontrar la salud perfecta y ganarle la partida a lo inevitable de la muerte.
El consumismo de muchas sociedades modernas ha favorecido esta lucha desbordada por alcanzar a través de objetos o procedimientos externos la cura milagrosa para todos sus males. La producción y comercialización de medicamentos en este contexto es una de las actividades que mueven mayores cantidades de recursos; algunas proyecciones realizadas en el 2020 dicen que la venta de medicamentos a nivel mundial ronda los 1,5 billones de dólares y que las más beneficiadas (con más del 40 % de ventas) son 14 empresas de Estados Unidos y de la Unión Europea.
La pretensión del ser humano de encontrar respuestas a nivel externo, sin hacer mayores esfuerzos, se ha robustecido por los grandes avances de la investigación, lo cual ha repercutido, sin duda alguna, en el descubrimiento de productos para prevenir o disminuir el impacto de las enfermedades, como las vacunas o los medicamentos, que contribuyen a la calidad y la expectativa de vida de la población mundial. Sirva como ejemplo lo que ha sucedido con la pandemia ocasionada por el nuevo coronavirus, que ha generado ventas cercanas a los 25 000 millones en cinco de las empresas productoras de vacunas, según estimaciones realizadas por organismos sanitarios multilaterales.
Algunos lectores que hayan llegado hasta este punto del artículo se preguntarán si el consumo de medicamentos es la única opción que tiene el ser humano para ganar la lucha o disminuir el impacto de las enfermedades que lo aquejan. Esta inquietud ha sido abordada por médicos a lo largo de la historia.
Hipócrates de Cos (460-370 a.C), considerado como el padre de la medicina racional en Occidente, fue también un precursor de la ética y de la atención humanizada y compasiva del ser humano en sufrimiento. A él se le atribuyen frases como: “El médico cura, solo la naturaleza sana” o “la fuerza natural dentro de cada uno de nosotros es el mayor sanador de todos”. Él sostenía, como eje fundamental de su praxis médica, que el cuerpo y el ser deben ser tratados como un todo y no como una serie de partes.
Muchos otros médicos han tomado y siguen practicando esta profunda enseñanza de Hipócrates: la medicina que cura todos los males se encuentra en el interior de cada individuo y solo él puede estimular ese potencial sanador natural e innato. www.urielescobar.com.co
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