Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
Toda conducta animal es una respuesta a exigencias internas o externas que tiene el individuo. Esas reacciones son extremadamente complejas en el humano y tienen que ver, por supuesto, con el nivel de desarrollo evolutivo de esta especie.
Los etólogos, que son especialistas del estudio científico del comportamiento humano y animal, después de observar las diferentes conductas que exhiben los seres vivos ante determinados estímulos, han llegado a la conclusión que estas dependen del nivel de desarrollo y complejidad del sistema nervioso; por esta razón, cuanto menos evolucionado se encuentre este órgano, más predecibles serán sus respuestas ante los impulsos que reciben.
Imagine usted, amable lector, la respuesta ante un estímulo de un organismo que tiene una sola célula, como es el caso de la ameba, versus la que puede exhibir un humano con 37 billones de células, ¡de las cuales 100 mil millones corresponden a las neuronas!
De acuerdo con lo anterior, cuando a los investigadores en el área de los comportamientos adictivos les preguntan por qué una persona consume drogas, la respuesta es que es un fenómeno multicausal y que cada vez se han encontrado más evidencias que apuntan a los siguientes dominios: genético, pautas de crianza, estructuras de personalidad, influencia de grupos de pares, etapas del ciclo vital y la legislación vigente en la sociedad respecto a la regulación o control del expendio y consumo de sustancias psicoactivas.
Hay una teoría que ha tomado mucho auge y sobre la cual se han realizado estudios transnacionales, que considera que en la base de un comportamiento adictivo, sea por consumo de drogas o por conductas (compras, gimnasio, nuevas tecnologías), está la necesidad inconsciente de llenar un vacío existencial; de no hacerlo, ello desemboca en un gran sufrimiento.
En este caso, ¿qué función cumpliría, en el adicto, una droga, un objeto, alguna actividad o cierta persona (en caso de una dependencia emocional)? Sería un anestésico que lleva al sujeto a olvidarse de sí mismo y entregarse a algo externo que reemplace su incapacidad para sentir las vicisitudes de la existencia que siempre trae consigo momentos de alegría, pero también de angustia y desesperanza.
Si lo vemos desde esta perspectiva, la droga o la conducta cumplen una función importante en la recuperación de la armonía del ser, y sin ellas la existencia se convertiría en un verdadero infierno de sufrimiento y desesperanza. La paradoja que surge de este conflicto intrapsíquico es que “el remedio es peor que la enfermedad”, porque el comportamiento adictivo, si bien calma el sufrimiento, provoca severos daños a la salud del ser.
La labor del terapeuta en este caso debe ser darle a la persona elementos más sanos para que cuando abandone el comportamiento adictivo, encuentre en sí mismo el significado de su existencia. www.urielescobar.com.co
No hay comentarios:
Publicar un comentario