Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
La organización de la sociedad humana debería apuntar hacia la protección del individuo en un ambiente que facilite el desarrollo de sus potencialidades en pleno ejercicio de su libertad. Sin embargo, este ideal no se ha podido concretar en la gran mayoría de los países del mundo, a pesar de las luchas libradas por colectivos de personas preocupados por alcanzar unas condiciones de vida dignas.
El cambio de estructuras consolidadas en el poder a lo largo del tiempo ha requerido de grandes movimientos sociales que se han rebelado contra el establecimiento para avanzar en derechos y en condiciones socioeconómicas. La historia de la civilización está enmarcada por protestas generadoras de transformaciones en beneficio comunitario.
Basta recordar algunas de esas gestas, como el logro del voto de las mujeres en 1928; el movimiento por el respeto a los derechos civiles, liderado por Martin Luther King Jr. en la década de 1960; el movimiento estudiantil francés que en mayo de 1968 protestó por la segregación sexual; la lucha durante toda la vida de Nelson Mandela en contra de la segregación racial en Sudáfrica, y esto solo por mencionar algunos de los hitos en la lucha por la igualdad de todos los seres humanos.
¿Por qué hay tanta resistencia al cambio en la sociedad moderna y se demoniza a quienes lo plantean? Muchos autores han considerado este planteamiento: Federico Hegel, Karl Marx, Ludwig Feuerbach; sin embargo, uno de los mayores teóricos en el análisis de este fenómeno que aqueja a la sociedad moderna fue el filósofo y sociólogo alemán Herbert Marcuse (1898-1979).
En una de sus obras cumbres, el hombre unidimensional, Marcuse desarrolla el concepto de que este ser humano ha entregado su libertad a cambio de tener todas las formas de consumo posibles, mediante lo cual llena el vacío de su existencia. Para la Psicología, estos individuos han sido alienados por las formas de dominación estatal: medios de comunicación e ídolos que son elevados a la estratosfera y cuyos estilos de vida deciden imitarse (artistas, deportistas, empresarios).
El colombiano alienado hace referencia a una actitud expresada por un gran número de compatriotas que han perdido el referente de su propia identidad, a quienes se les ha diluido el autorreconocimiento y la capacidad para expresar sus ideas personales, como no estén al amparo de lo que piense un líder o un partido, en quien se delega la capacidad de análisis y discernimiento. Este ser alienado replica en las redes sociales el dogma o evangelio al cual se encuentra matriculado.
Una de sus características es ser fácilmente manipulable a través de la utilización de sus emociones, por eso desarrolla una absoluta incapacidad para reflexionar sobre cualquier fenómeno que suceda en su entorno. Este colombiano se identifica y sigue ciegamente al mesías que lo libere de sí mismo. www.urielescobar.com.co
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