Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
La existencia humana se compone de una sucesión de vivencias, que se van acumulando a lo largo de la vida. Se unen en una gran colcha de retazos, que es el lienzo con el cual se reconoce a cada persona a través de su forma de pensar y actuar.
Los médicos cuando hacen la historia clínica de una persona que consulta por primera vez habitualmente comienzan con lo que se denomina anamnesis, que no es más que el registro de los momentos más importantes en cada etapa de la vida: la prenatal, la infancia, la adolescencia, la adultez y la vejez.
El clínico avezado indaga con mucho cuidado los eventos trascendentales de su paciente, porque esto le arroja una cartografía sobre su estilo de vida, clave para entender a su consultante en la salud y la enfermedad. El especialista en Psiquiatría es mucho más minucioso en la exploración de los recuerdos significativos, como sueños, ilusiones y experiencias vivenciadas como traumáticas, porque ellas son un indicio sobre la estructuración de la vida psíquica individual.
Todo lo anterior es para compartirles una experiencia que siempre está presente en mis recuerdos de niño –justo en este momento en que el país se encuentra ad portas de elegir al presidente que liderará su desarrollo durante los próximos cuatro años. Tendría unos siete años cuando se dio el debate presidencial que llevó al poder a Guillermo León Valencia (período 1962-1966).
El día de las elecciones, que aún se encuentra atrapado en la telaraña de mis recuerdos, observé cómo mi padre se vistió con una de sus mejores galas (guayabera y sombrero blancos) y me pidió que lo acompañara a votar a la plaza principal.
Allí, en ese lugar, en medio de un ambiente completamente festivo, animado por unas de las bandas del pueblo, se entusiasmaba cuando las personas gritaban a voz en cuello: "¡Viva el partido liberal!". Esos instantes, y los que se repitieron en las jornadas electorales posteriores, me marcaron tanto, que de ahí nació la siguiente convicción: es de suma importancia votar para elegir a quien dirigirá los destinos de mi país. Desde que me expidieron la cédula de ciudadanía, jamás he dejado de cumplir ese que considero un deber como ciudadano, ni de hacerle un homenaje a quien me enseñó los valores supremos del respeto y la convivencia.
Un pedido que siempre hago al universo, al principio creador o a Dios (que corresponden a lo mismo en mi sistema de creencias) es que le entregue a los colombianos la capacidad de discernimiento para elegir en plena autonomía la mejor opción para guiar a nuestra amada patria por los caminos del desarrollo social con equidad y con respeto a las libertades individuales y colectivas en un ambiente de paz.
Para este domingo 19 de junio, he realizado un pedido adicional: que cesen los odios, la pugnacidad; que entendamos que el futuro de nuestro país depende de la capacidad de todos nosotros para anteponer los intereses personales, grupales o partidistas para lograr un propósito superior, que no puede ser otro que un mejor futuro para todos. www.urielescobar.com.co
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