Quienes aun nos duele este país en manos de las mafias, debemos unirnos en un solo grito en la defensa de este ingeniero que lo ha dado todo por la defensa de lo público en Risaralda.
Por: Wilmar Jaramillo Velásquez/el Pregonero del Darién*
Conocí al ingeniero civil Carlos Alfredo Crosthwaite Ferro, hace más de tres décadas cuando nos cruzamos en el Nuevo Liberalismo de Risaralda, junto a otros
amigos quienes posteriormente sucumbieron ante las “delicias” del poder y poco apoco se fueron acomodando en los partidos de siempre, incluso algunos llegaron con honores al uribismo.De esa época me sobrevive junto a Carlos Alfredo, la amistad de Samuel Guzmán, hoy en la academia, y si bien no nos vemos con frecuencia, la amistad está ahí, intacta como la construimos.
Carlos Alfredo no se dejó tentar por el poder efímero de las viejas alianzas de la clase política y se entregó por completo a los postulados de Galán, y me refiero a la esa época de los albores del Nuevo Liberalismo, no al clientelista que hoy esgrimen vergonzosamente sus herederos.
Desde ahí, Carlos Alfredo comenzó su batallar en el ejercicio del control político, de la denuncia permanente de los diferentes actos de corrupción que a diario golpean la región, casi siempre bajo la mirada cómplice de las autoridades.
En estas más de tres décadas, este ingeniero cual Quijote en solitario no ha parado de cumplir tan difícil misión, en una nación en la que la corrupción le ganó hace rato la batalla, que permeó todas las instancias del poder y donde el hombre honesto, el denunciante es el problema.
Hoy intentan acorralarlo con infamias y montajes, podemos decir desde la narrativa criminal construida por los mismos corruptos, que es un milagro que Carlos Alfredo esté vivo, pero no obstante la idea es matarlo moralmente, destruir su tranquilidad y la de su familia. Esa es una estrategia ya probada por estas mafias, sumado al acoso judicial.
La sociedad que tanto ha defendido este ciudadano ejemplar, deber armar un muro de contención para blindarlo, para rodearlo de apoyo moral, de solidaridad, para enviar un contundente mensaje a esta delincuencia, que no está solo, si sobrevivió a los tiempos de barbarie, ahora mucho más que somos gobierno, no solamente lo necesitamos, sino que lo tenemos que proteger, es una obligación moral de quienes aún nos duele este país.
Tenemos que dejar la indolencia, esa apatía, estos hombres son irrepetibles, no nacen todos los días con ese valor civil.
Hoy más que nunca son esenciales las veedurías ciudadanas, la oposición responsable, el control social y político a lo público, antes de irnos todos al abismo, unos por ladrones y otros por alcahuetes y cómplices.
Carlos Alfredo ha sacrificado muchas cosas por defender a los risaraldenses en especial a Pereira, ciudad de sus entrañas de los depredadores de lo público, perder la tranquilidad y vivir bajo la zozobra del miedo y la persecución, es el peor castigo con el que la delincuencia golpea a un ciudadano, yo lo entiendo, lo he vivido, por eso sé las angustias que hoy vive este gran amigo.
Ánimo ingeniero, pronto estaré allá llevándole mi abrazo solidario; usted no está solo, alguien me dijo en los peores momentos de angustia que bastaba un solo y verdadero amigo para continuar el camino, para seguir la marcha, aquí estoy. Haremos camino al andar.
Creo que el mejor título para Carlos Alfredo, es el de ciudadano ejemplar. No cabe otro.
• Wilmar Jaramillo Velásquez, comunicador social y periodista oriundo de Risaralda, trabajó por varios años con El Diario y El Periódico La Tarde, y está radicado en Antioquia desde hace varios años en donde es el director del periódico El Pregonero del Darién.
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