Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
La existencia de todo ser vivo tiene un propósito para quien lo ha creado. Hay una razón trascendental por la cual el individuo vive en un determinado entorno y está dotado genéticamente para sobrevivir en él y, además, para contribuir a la preservación del equilibrio del ecosistema del cual forma parte. En ese sentido, son varios los conceptos que requieren una mayor explicación, para poder ampliar lo que se pretende decir.
Lo primero es que hay un principio creador de todo lo que es perceptible a través de los órganos de los sentidos. Los creyentes, a este principio lo llaman Dios, y algunos van mucho más allá y le asignan características antropomorfas, con estructuras físicas determinadas e, inclusive, con sentimientos y acciones como ira, castigo, rencor y perdón.
Otros individuos niegan su existencia y explican la creación y las leyes que la regulan como una energía que subyace a la vida; por ejemplo, Stephen Hawking, el reconocido astrofísico e investigador británico, hablaba de la creación espontánea: “La creación espontánea es la razón de que haya algo en lugar de nada, es la razón por la que existe el universo, de que existamos. No es necesario invocar a Dios como el que encendió la mecha y creó el universo”.
Sin embargo, Hawking, en una de sus últimas obras, se acerca al concepto expuesto por otro de los grandes genios de la humanidad: Albert Einstein. Cuando se le preguntó a Einstein que si creía en Dios, manifestó: “Creo en el Dios de Spinoza. Quien se revela a sí mismo en las armoniosas leyes del universo, no en un Dios quien se ocupa del destino y el castigo de la humanidad”.
Para Baruch de Spinoza, el filósofo neerlandés, el concepto de Dios como creador lo expresa de la siguiente manera: “Por Dios entiendo un ser absolutamente infinito, esto es, una sustancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita”. Dios, energía, creación espontánea, son caminos para tratar de explicar, desde el punto de vista racional, un fenómeno o una experiencia que siempre estará presente en las grandes preguntas que el ser humano se formula y lo seguirá haciendo a lo largo de su historia.
Con respecto a la pregunta sobre si en todo este teatro de la creación cósmica, la vida del ser humano tiene algún sentido, la respuesta es que, como todas las demás criaturas, debe desarrollar un propósito colectivo e individual.
El colectivo está dado por la convivencia en armonía con todos los elementos que conforman su entorno (naturaleza, semejantes y demás seres sintientes), y en cuanto al individual, este se encuentra signado por el desarrollo de la conciencia, que le permite cuestionarse sobre su propia vida y el lugar que esta ocupa en el gran escenario universal. Descubrir el sentido que tiene su existencia es una experiencia personal que el ser va develando de acuerdo con los aprendizajes recibidos y las vivencias interiores. www.urielescobar.com.co
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