Por: Uriel Escobar Barrios, M.D. *
La emoción surge como una respuesta que tiene el individuo ante su mundo interno y, también, al externo. No es una simplificación del comportamiento humano cuando planteo que el sentir precede al pensar, pues mucho antes de ser capaz de elaborar conceptos y desarrollar historias y narrativas, el individuo construye una serie de experiencias a partir de sus percepciones, base para sus emociones, las cuales cambian permanentemente como las aguas de un río que de manera incesante fluyen hasta desembocar en la mar inmensa, que, en este caso, condensa la historia afectiva de la persona.
Luego, y siguiendo la trama de la evolución vital del ser humano, se va produciendo de manera gradual la conceptualización, la de poner en palabras y tratar de explicar el sentir. Lo que se espera en el adulto es que integre estos dos momentos claves, aprenda a reconocerlos y pueda expresarlos en mayor o en menor proporción dependiendo del contexto en el cual se esté desenvolviendo.
Lo que pretendo decir es que el ser humano en las interacciones consigo mismo y con los demás expresa una parte emocional y otra racional o lógica. Pero, dependiendo de con quién se esté relacionando, reluce una con mayor preponderancia sobre la otra. He aquí un ejemplo: un ejecutivo cuando está coordinando a su equipo de trabajo, en su actuar debe predominar lo intelectual, sin desconocer que debe dejar aflorar su emocionalidad, la cual mantiene bajo control.
Ahora bien, esta misma persona cuando llega a casa y se encuentra con su hijo de cinco años, se esperaría que expresara con mayor naturalidad sus emociones, y en menor proporción, la racionalidad. Si este ejecutivo actúa igual en los dos escenarios, pueda que tenga un alto rendimiento en el ámbito laboral, pero, sin duda, tendrá una gran falencia como un padre, porque el hijo lo que espera es a alguien amoroso y no un gerente empresarial. ¿Es posible aprender a regular razón y emoción? ¡Por supuesto que sí!
La respuesta está en aprender a dialogar con las emociones. No es una tarea imposible, pero tampoco es fácil, porque en el proceso educativo nos han inculcado la importancia de ser racionales y de estar atentos al menor atisbo de una emoción para negarla o no permitir que esta se exprese. Reconoce que eres un ser emocional, que este sentimiento es parte de tu condición humana, que expresarlo te hace ser más genuino, más humano, más conectado con tu ancestro personal y colectivo.
El mundo necesita hombres y mujeres empoderados de su razón y de su emoción. Te invito a que participes del 19 al 26 de noviembre del 2021 en el IV Festival Emoción y Espíritu (www.emocionyespiritu.org), donde este será el tema central. www.urielescobar.com.co
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