LOS DEMONIOS DE SIMONE
La prioridad en la vida de una persona debe ser buscar su bienestar y evitar o superar lo que le produzca dolor físico o sufrimiento emocional; es la mínima aspiración de alguien que tiene plena conciencia del significado de la existencia.
El principal indicador para medir el nivel de desarrollo que ha alcanzado una sociedad es la garantía del cumplimiento de este precepto para todos sus ciudadanos. El bienestar colectivo lo considero como el resultado del desarrollo de la vida en condiciones dignas para tener seguridad material y respeto de los derechos fundamentales en un contexto de solidaridad, fraternidad y preocupación por quienes tienen mayores dificultades para alcanzar el propósito esencial de convivencia humana.
Sin embargo, en la gran mayoría de las sociedades actuales se ha perdido ese norte, y a los ciudadanos se los mide por su capacidad para producir riqueza u obtener logros por encima de los demás. Quienes alcanzan ese ideal social son catalogados como ídolos o héroes y se les exige el cumplimiento de estándares que van en detrimento de su propio bienestar.
Son muchos los artistas, deportistas y magnates que pierden su privacidad y se convierten en objetos de consumo de una sociedad hambrienta de noticias, de estímulos para sobrevivir en la frivolidad y la carencia de sentido vital. El 27 de julio del presente año, la superestrella de los Juegos Olímpicos, considerada una de las mayores gimnastas de todos los tiempos por los logros deportivos alcanzados, la estadounidense Simone Biles, se retiró de la competencia en la que era casi segura ganadora de varias medallas doradas.
¿Cuál fue el motivo de esta decisión? Ella lo expresó a través de las redes sociales: “Quería competir por mí misma, pero sentía que todavía lo estaba haciendo por otras personas. Me duele en el corazón, porque de alguna manera me han quitado de hacer lo que amo por complacer a otras personas”. Con apenas 24 años, reconoce con humildad que “al final del día, también somos humanas, tenemos que proteger la mente y nuestros cuerpos, en lugar de simplemente salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos”.
Dejó de competir porque llegó a la conclusión que de nada sirven los reconocimientos si no es feliz; más bien se siente aprisionada por las exigencias impuestas por su numeroso ejército de fans, que veía en ella la realización de sus propias mezquindades. En rueda de prensa, Simone desnudó las fragilidades de su ser y habló del sufrimiento que la consume: “Desde que entro al tapiz, estoy yo sola con mi cabeza, tratando con demonios en mi cabeza.
Debo hacer lo que es bueno para mí y concentrarme en mi salud mental y no comprometer mi salud y mi bienestar”. La actitud de esta deportista de la llamada élite mundial, así como la decisión que tomó, nos deja una gran lección: cuidar la salud mental es uno de los ejes fundamentales de un ser humano que aspira a alcanzar su propio bienestar como una vía expedita para la realización personal.
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