EDUCAR EN EL RESPETO
Por: Uriel Escobar Barrios, M.D. *
Patria, Minerva y María Teresa Mirabal se convirtieron en opositoras férreas del régimen de Rafael Leónidas Trujillo. Al frente del grupo denominado 14 de Junio, denunciaban valerosamente las atrocidades del dictador en República Dominicana. Un 25 de noviembre de 1960, fueron secuestradas y luego asesinadas por orden expresa del presidente.
Esto generó un gran movimiento de protesta no solo en el país, sino en otras partes del mundo, con el propósito de denunciar los diferentes tipos de violencia que se ejercían en contra de las mujeres. En 1981, militantes y activistas comenzaron a recordar esa fecha como un momento trascendental en la lucha por la equidad de género. Estas jornadas, que se fueron conmemorando cada año, finalmente fueron asumidas por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su Resolución 54/134 del 17 de diciembre de 1999.
A partir de dicho acto, la ONU declaró el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer. Pero, ¿qué ha sucedido con el respeto de sus derechos desde entonces? Es innegable que ha habido avances en la legislación y en los procesos de participación femenina en la toma de decisiones en la mayoría de los países; sin embargo, indicadores divulgados recientemente en Colombia retratan de cuerpo entero un fenómeno que, lejos de ser superado, revela características cada vez más preocupantes.
El Observatorio de Feminicidios de la campaña No Es Hora de Callar expuso que en lo corrido del 2020 han sido asesinadas 209 mujeres. ¡Y hasta este momento el 93% de estos crímenes permanecen en la impunidad! La pandemia se ha convertido en un verdadero infierno existencial para muchas mujeres que deben convivir de manera permanente con sus parejas, lo cual ha incrementado de manera significativa otros tipos de violencia, como las de tipo psicológico, verbal, sexual, económico…
La sociedad está en deuda con la materialización del respeto por la dignidad de la mujer, a través de la expedición y el cumplimiento de leyes que castiguen de manera ejemplar cualquier tipo de discriminación y, por supuesto, todas las formas de violencia que se han legitimado por una sociedad machista, donde prevalece la imposición de la fuerza física y el sometimiento del otro.
Se requieren, además, acciones educativas a largo plazo, que se establezcan como políticas de Estado, para enseñarles a las niñas que el bien más preciado que ellas tienen es su dignidad; y a los niños, que todos los seres humanos sin ningún tipo de distinción son iguales y merecen un trato digno, solidario y fraterno. ¡No a ningún tipo de violencia!
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