TRASCENDER EL ODIO
Por: Uriel Escobar Barrios, M.D. *
Uno de los recuerdos de mi niñez que aún me sigue acompañando es el del día de las elecciones. Ese día mi padre, un liberal de pura cepa, desde muy temprano se preparaba con sus mejores galas, como si fuera una fiesta: todo de blanco –sombrero, guayabera manga larga, pantalón, medias y zapatos– y un pañuelo rojo; por su parte, las matronas liberales se vestían de rojo de pies a cabeza; y la plaza principal se atiborraba de banderas, megáfonos y bandas musicales, para animar a las personas a votar.
¡Era un verdadero festejo!, muy bien aprovechado por los repeloneros (los nacidos en el municipio de Repelón) para hacer relaciones sociales. En ese entonces, la impresión que me daba ver tanta gente reunida era que votar se trataba de un evento trascendental.
Reflexionando sobre esas experiencias tempranas que aún conservo en mi memoria, pienso que la verdadera esencia de la democracia debería ser esa, tal como fue concebida en el siglo V a.C. en Atenas; cuando sus habitantes la definieron como “el poder del pueblo”: demos, que quiere decir pueblo, y krátos, poder o gobierno. Se trata de una organización del colectivo humano, donde un grupo de personas que el pueblo ha elegido a través del sufragio toma las decisiones que impactan a la comunidad. ¿Y qué se busca a través de esta forma de organización de la sociedad? Que se respeten los derechos de cada uno de los miembros que la conforman, que se preserve su libertad para opinar y se garantice la protección de sus derechos fundamentales.
Lo que se observa en Colombia en estos días preelectorales es que hay muchos coterráneos que, literalmente, “han perdido la fe” en las instituciones y en quienes las representan. A lo anterior han contribuido temas como la corrupción, la compra de votos, la constitución de verdaderas empresas electorales familiares que basan su poder en la compra de conciencias.
No obstante, abstenerse de participar con el voto es un gran error, porque entiendo que la única manera de impedir que lleguen a representarnos estas personas es votar en contra de ellas; y hacerlo, por candidatos cuya ética esté probada en el ejercicio de lo público. Es falso decir que la política o la democracia son corruptas, ¡no!, son las personas que la ejercen mal quienes han desvirtuado el sagrado acto de servir con dignidad a sus semejantes.
www.urielescobar.net / Twitter: @urielbarrios16 www.urielescobar.net / Twitter: @urielbarrios16
No hay comentarios:
Publicar un comentario