NO MATARÁS
Por: Uriel Escobar Barrios, M.D. *
Adán y Eva concibieron a su primogénito, Caín, después de ser desterrados del paraíso y luego tuvieron a Abel. El primero se dedicó a la agricultura y el segundo al pastoreo. Como era debido, ambos hermanos presentaron sus sacrificios a Dios; sin embargo, Dios prefirió la ofrenda de Abel, razón por la cual Caín enloqueció de celos y mató a su hermano.
Por este motivo Dios le dijo: “La sangre de tu hermano, que has derramado en la tierra, me pide a gritos que Yo haga justicia. […] Pues si alguien te mata, será castigado siete veces” (Génesis 4). Según el texto bíblico, este es el primer suceso en la Historia donde un ser humano mata a otro; una conducta que es prohibida desde entonces en el quinto mandamiento de la Ley de Dios: “No matarás” (Éxodo 20:13).
El último informe publicado por la Fiscalía General de la Nación consigna que en Colombia, para el 2016, la tasa de homicidios –número de personas asesinadas por 100.000 habitantes, en un período– fue de 24. Y promediando la tasa del 2014 de todos los países en el mundo, ¡la cifra fue de 6.9! Si vamos por continentes, la de África es de 17; la de América, de 15.4; la de Europa, de 3.5; y la de Asia, de 3.1.; y en algunos países, por ejemplo Suiza, hay tasas 0.1; de 0.5, en Japón; hasta de 5, en Cuba. No es necesario hacer un análisis exhaustivo para entender una realidad que salta a la vista: Colombia se encuentra entre los más violentos del mundo. Existe alguna razón para explicar este comportamiento colectivo.
Colombia tiene unas características muy particulares que lo hacen diferente a los otros países. Los investigadores del comportamiento individual y social tenemos el gran reto de entendernos en nuestra propia idiosincrasia. La primera aproximación que se hace al fenómeno de la violencia permite plantear que una vez revisada la historia del país, uno de los aspectos más preponderantes han sido las guerras fratricidas que han descrito con dolor y sufrimiento el desarrollo patrio.
Y tenemos la tendencia a repetir esa misma forma de relación, en la cual prevalece el individualismo por encima del bien común. Por esto se roba, se hacen trampas, se calumnia y se invalida al semejante cuando piensa o actúa distinto a nosotros, y nos dividimos en liberales, conservadores, uribistas o santistas, olvidando que en esencia somos hermanos y que debemos vivir en fraternidad. www.urielescobar.net / Twitter: @urielbarrios16
*Uriel Escobar Barrios, médico psiquiatra. (Esta columna de opinión es responsabilidad directa de su autor)
Por este motivo Dios le dijo: “La sangre de tu hermano, que has derramado en la tierra, me pide a gritos que Yo haga justicia. […] Pues si alguien te mata, será castigado siete veces” (Génesis 4). Según el texto bíblico, este es el primer suceso en la Historia donde un ser humano mata a otro; una conducta que es prohibida desde entonces en el quinto mandamiento de la Ley de Dios: “No matarás” (Éxodo 20:13).
El último informe publicado por la Fiscalía General de la Nación consigna que en Colombia, para el 2016, la tasa de homicidios –número de personas asesinadas por 100.000 habitantes, en un período– fue de 24. Y promediando la tasa del 2014 de todos los países en el mundo, ¡la cifra fue de 6.9! Si vamos por continentes, la de África es de 17; la de América, de 15.4; la de Europa, de 3.5; y la de Asia, de 3.1.; y en algunos países, por ejemplo Suiza, hay tasas 0.1; de 0.5, en Japón; hasta de 5, en Cuba. No es necesario hacer un análisis exhaustivo para entender una realidad que salta a la vista: Colombia se encuentra entre los más violentos del mundo. Existe alguna razón para explicar este comportamiento colectivo.
Colombia tiene unas características muy particulares que lo hacen diferente a los otros países. Los investigadores del comportamiento individual y social tenemos el gran reto de entendernos en nuestra propia idiosincrasia. La primera aproximación que se hace al fenómeno de la violencia permite plantear que una vez revisada la historia del país, uno de los aspectos más preponderantes han sido las guerras fratricidas que han descrito con dolor y sufrimiento el desarrollo patrio.
Y tenemos la tendencia a repetir esa misma forma de relación, en la cual prevalece el individualismo por encima del bien común. Por esto se roba, se hacen trampas, se calumnia y se invalida al semejante cuando piensa o actúa distinto a nosotros, y nos dividimos en liberales, conservadores, uribistas o santistas, olvidando que en esencia somos hermanos y que debemos vivir en fraternidad. www.urielescobar.net / Twitter: @urielbarrios16
*Uriel Escobar Barrios, médico psiquiatra. (Esta columna de opinión es responsabilidad directa de su autor)
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